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    Parte: 1, 2, 3, 4


    "No somos criminales": Estudiantes muestran un cartel desde la ventanilla de un autobús después de protestar el 27 de marzo de 2006 frente al Ayuntamiento de Dallas, Texas. La ley de reforma inmigratoria HR 4437 considera una presencia ilegal en los Estados Unidos un delito grave, y los inmigrantes indocumentados enfrentan posible encarcelamiento.
    Foto de Jensen Walker/Getty Images

    Un signo de que la integración sigue siendo una fuerza poderosa se observa en las escuelas. Los hijos de inmigrantes tienen un rendimiento escolar superior al de sus padres. Los niños inmigrantes también están reduciendo el margen de diferencia académica con los estadounidenses nativos. He aquí una representativa instantánea tomada por Ron Haskins, director del Brookings Institution's Center on Children and Families (Centro sobre Niños y Familias de la Institución Brookings). Analizó los logros educativos de personas de primera generación, segunda generación y personas no inmigrantes de 25 años y más en 2004. Entre los inmigrantes de primera generación, el 21 por ciento no había completado la escuela secundaria. Pero sólo el 6 por ciento de los inmigrantes de segunda generación no lo había hecho, y este logro se aproximaba al 4 por ciento, la cifra registrada para los no inmigrantes.

    En realidad, sea cual sea el factor de medición, el desempeño de los inmigrantes de segunda generación supera por un amplio margen el desempeño de los de primera generación, afirma Haskins. Si observamos a los inmigrantes mexicanos, la segunda generación reduce casi por la mitad la brecha entre sus padres y los no inmigrantes. Ese desempeño se corresponde exactamente con la experiencia histórica. "Con los juegos de datos y las comparaciones que podemos realizar, no parecería que el ritmo de la integración correlacionado de esta forma -padres y madres con hijos e hijas- haya cambiado realmente", afirma Card. "Por lo general, los hijos de inmigrantes reducen la desventaja en un 50 por ciento."

    Con toda certeza, la barrera del idioma se está reduciendo. Es sorprendente que el 72 por ciento de inmigrantes latinos de primera generación use el español como primer idioma. La cifra comparable para los de segunda generación es 7 por ciento, según investigaciones del Pew Hispanic Center y la Fundación Kaiser Family. Una señal más preocupante de integración exitosa: hay más probabilidades de que entre los inmigrantes de segunda generación haya más casos de embarazos adolescentes, participación en pandillas, abuso de alcohol y drogas que entre los padres. Pero eso sucede porque los individuos adoptan la conducta dominante.

    Las escuelas siguen siendo un tema de preocupación. Los presupuestos son ajustados en los niveles de jardín de infantes a 12° grado de las escuelas urbanas y rurales donde los inmigrantes tienen a aglutinarse. Los distritos escolares de Los ángeles, Phoenix, Miami, Nueva York y otros centros inmigratorios sufren el mayor impacto económico de educar a los hijos de inmigrantes. La educación de los hijos de inmigrantes cuesta entre un 20 y un 40 por ciento más que la educación de los niños de habla inglesa, según la Congressional Budget Office (Oficina de Presupuesto Legislativo).

    A menudo, los resultados son preocupantes. Por ejemplo, el 38 por ciento de los estudiantes de Los Angeles Unified School District (Distrito Escolar Unificado de Los ángeles) aprenden inglés y, si bien en el Distrito se hablan 54 idiomas, el principal idioma después del inglés es el español. En las pruebas estandarizadas de cuarto grado del estado de California, los alumnos que aprenden inglés en el Distrito Escolar Unificado de Los ángeles estaban 41 puntos por debajo de sus pares de habla inglesa en lectura y 30 puntos por debajo en matemáticas, según Russlynn Ali, director ejecutivo de The Education Trust-West en Oakland. Los índices de abandono en la escuela secundaria también son elevados.

    En realidad, el alto costo de la educación de los inmigrantes en las escuelas públicas exacerba la percepción de que los inmigrantes legales e ilegales son una carga para los contribuyentes. Ellos son los que se atienden en las salas de emergencia cuando se enferman o sufren accidentes y, a menudo, no tienen seguro de salud. La presencia de inmigrantes ilegales pone presión sobre los presupuestos de las agencias de seguridad públicas, especialmente en los estados fronterizos.

    Pero la mayoría de los inmigrantes legales e ilegales no está bajo el amparo del estado. Los inmigrantes ilegales no son elegibles para recibir asistencia social y muchos inmigrantes legales evitan solicitar dichos beneficios a pesar de reunir los requisitos para acceder a ellos. Los inmigrantes ilegales también pagan impuestos. El índice de delincuencia es más bajo entre los inmigrantes que entre los nativos.

    Tomados en conjunto, cálculos aproximados de un ejercicio fiscal o dos tienden a mostrar que los inmigrantes tienen un costo neto ínfimo para la comunidad. Pero las proyecciones futuras sobre la vida de un inmigrante que tratan de incorporar mayores ingresos y mayores cargas fiscales, así como también el aporte económico de los hijos, a menudo llegan a la conclusión de un menor beneficio neto. Al final, teniendo en cuenta la magnitud de la economía nacional de casi US$14 billones y los porcentajes fraccionarios del producto bruto interno hallado ya sea del lado positivo o negativo de las cuentas fiscales, resulta razonable llegar a la conclusión de que en la ecuación fiscal total de los gobiernos nacional, estatal y local no hay ni pérdidas ni beneficios. Aún en el caso de que el costo neto resultara negativo, con las cifras de Gordon Hanson de la Universidad de California en San Diego, el precio para los estadounidenses nativos es casi la mitad del costo de US$13 mil millones que el presupuesto nacional de 2008 destina a la aplicación de la ley en las fronteras.


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