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  • La Visa Matrimonial

    Parte: 1, 2, 3


    La vida en Honduras

    Sue pensó que disfrutaría su estadía en el extranjero pero no fue así. Debido a la muerte de su hermano, le resultó difícil estar separada de su familia en los Estados Unidos. Ajustarse a la vida en Honduras también fue difícil. "Ni bien llegamos al país, perdimos control de nuestra vida", recuerda Sue. "Dejó de ser una opción. Yo me podía ir, pero él no. Era difícil disfrutar de las cosas que pensamos que íbamos a disfrutar.

    Al principio se quedaron con la familia de Juan en Curaren, una localidad rural a unas horas de la capital. Pero necesitaban estar cerca del consulado de los Estados Unidos para realizar los trámites, así que a los pocos meses se mudaron a la capital, Tegucigalpa, donde compartieron un apartamento con la hermana de Juan.

    Odiaron la vida en la ciudad. "Hace calor y la ciudad es sucia y peligrosa", recuerda Sue. Juan estaba preocupado por la seguridad de su esposa. Sue estaba acostumbrada a ser independiente y sin embargo, a la noche no podía salir sola a la calle sin correr peligro.

    "En Honduras, hay muchos asaltos", dice Juan. "Ella fue conmigo así que yo me sentía responsable de ella".

    Juan se pasó los primeros seis meses de su estadía en Honduras recolectando documentos y haciendo cola. Cuenta que un día habitual era ir a alguna oficina, hacer un trámite necesario y luego tener que regresar al día siguiente o al otro día.

    En un momento, le pidieron la fecha de bautismo. La madre, que tenía once hijos, se rió cuando Juan le preguntó. ¿Cómo se iba a acordar? Así que un día de semana, se tomó un ómnibus y viajó durante varias horas para llegar al pueblo y obtener el certificado de bautismo en la iglesia local. Pero reunir los datos no era suficiente. Cada documento en español tenía que estar traducido al inglés y legalizado para poder presentarlo ante los funcionarios del consulado estadounidense.

    Acumularon pilas de documentos.

    Burocracia

    Cuando Sue y Juan intentaron iniciar el proceso de solicitud de visa de Juan, se vieron entorpecidos por una traba burocrática.

    Al final de la larga lista de documentos que tenían que presentar figuraba la copia original de la tarjeta de residente hondureña de Sue.

    Pero Sue no era residente hondureña.

    Para obtener la residencia, Sue tenía que encontrar empleo y un empleador local que la patrocinara. En algunos meses, Sue encontró un puesto de maestra de inglés en una escuela privada. Si ella y Juan hubiesen estado casados durante tres años o más, Sue habría obtenido inmediatamente la residencia hondureña.

    Una vez que obtuvo la residencia, Sue estuvo en condiciones de presentar la solicitud I-130 "Petition for Alien Relative Form" (Formulario de pedido de familiar extranjero) en favor de Juan. Con este trámite se inició la revisión llevada a cabo por el Departamento de Seguridad Interior de los Estados Unidos para analizar los antecedentes de Juan. Este paso llevó cinco meses. Sue señala que este solo paso puede demorar hasta ocho años en los Estados Unidos. La pareja nunca conoció al investigador del DHS a cargo de su caso. únicamente hablaron con el recepcionista hondureño del consulado de los Estados Unidos.

    La entrevista

    Juan y Sue habían superado el primer obstáculo. El formulario I-130 estaba aprobado. Después, la solicitud fue enviada al Departamento de Estado de la Embajada de Estados Unidos en Honduras. Tenían que convencer a los funcionarios de que su matrimonio era legítimo y que Sue estaba en condiciones de mantener económicamente a Juan en los Estados Unidos. Sue tenía la suerte de que su empleador en los Estados Unidos le había otorgado una licencia para ausentarse. Tenía bastante documentación para demostrar que a su regreso a Minnesota percibiría ingresos suficientes.

    Sue y Juan concurrieron a la entrevista en el Departamento de Estado con álbumes de fotos y cartas de apoyo. Se aseguraron de llevar fotos con integrantes de la familia. "Resulta más convincente que la pareja es real, si se los ve junto a familiares y amigos", explica Sue.

    La entrevista duró menos de una hora y la pareja salió con muchas esperanzas. El entrevistador dijo que su decisión de vivir juntos en Honduras demostraba el compromiso mutuo de la pareja. También los ayudó el hecho de que Juan nunca hubiera sido deportado.

    Para ese entonces, Sue y Juan llevaban nueve meses viviendo en Honduras. "Empezábamos a ser conocidos por la gente de la embajada", dice Sue.


    Continúe a la parte 3

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