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    En la actualidad, el área de East Lake Street en Minneapolis, es un activo corredor con emprendimientos comerciales diversos desde el punto de vista étnico; sin embargo, en el pasado la zona era considerada un páramo urbano descuidado. "Estaba en malísimas condiciones", dice Ramon León, director ejecutivo del Centro de Desarrollo Económico Latino de Minneapolis (Latino Economic Development Center). "Todos se iban. Nadie quería vivir aquí".

    León dice que cuando llegó a Minneapolis de México, en 1991, la zona de Lake Street, ubicada en el cordón este de la ciudad, era un antro del delito donde la prostitución y las drogas eran una actividad permanente.

    No siempre había sido así.

    Desde la década de 1920 hasta los primeros años de la década de 1960, Lake Street fue una "agitada vía de comunicación y un distrito comercial caracterizado por la diversidad", señala Tom O'Connell, profesor de sociología de la Metro State University y ex organizador comunitario de South Minneapolis.

    En su época de apogeo, Lake Street contaba con importantes comercios como la tienda de departamentos Sears ubicada en el 960 de East Lake y una serie de concesionarias de automóviles que atraían a clientes de toda el área metropolitana. Pero a fines de la década de 1960, señala O'Connel, el auge de la industria automotriz y la infraestructura auxiliar determinó que muchos residentes de la región se mudaran a los suburbios, que es donde se reubicaron las concesionarias de automotores de Lake Street.

    Poco después, también se fueron otros emprendimientos comerciales. Minneapolis-Moline, una fábrica de maquinaria agrícola, se fue de Lake Street en 1972, llevándose muchos puestos de trabajo y dólares con su partida. A fines de la década de 1980, los empresarios más exitosos de East Lake Street se dedicaban a actividades ilegales, como cines para adultos y centros de "masajes".

    John Flory era en ese entonces el especialista en desarrollo económico de la Corporación de Desarrollo Comunitario del barrio de Whittier (Community Development Corporation). Flory señala que East Lake Street se convirtió en uno de los "centros del vicio del área metropolitana". Afirma que el comercio de sexo y de drogas atrajo a una numerosa clientela de las afueras del área metropolitana que no quería ser vista realizando esa clase de actividades en su comunidad. "Parte de lo que debía cambiarse", añade Flory, "era decirle a ese tipo de cliente: 'Este ya no es tu lugar. No te queremos aquí.'"

    En 1994, Sears interrumpió sus actividades en la sede de Lake Street y dejó desocupado un gran edificio. Pero en lugar de causar un mayor deterioro económico para el corredor de East Lake Street, la partida de Sears atrajo a una nueva generación de empresarios: los inmigrantes, especialmente de América Latina, que vieron en los bajos precios del mercado inmobiliario una oportunidad de iniciar un negocio -un sueño que hasta entonces había estado fuera de su alcance.

    "Vimos que esos espacios estaban vacíos y los alquileres eran realmente bajos", agrega Ramon León. "Y ya teníamos a los compradores". Los compradores eran inmigrantes latinos locales, que en la década de 1990 representaban más del 25 por ciento de la población en muchos de los barrios de Lake Street.

    La gente de origen hispano de Minneapolis no tenía dónde adquirir servicios o productos típicos en ese tiempo. "Si quería comprar tortillas", dice León, "tenía que ir a St. Paul Oeste", donde había una pequeña comunidad hispana.

    Eso cambió en 1994, cuando se abrieron los primeros cuatro negocios de latinos en la esquina de Fourth Avenue South y Lake Street, entre ellos el Video Latino y Servicios Impositivos Trujillo; ésta después se convirtió en una exitosa cadena. Estos primeros negocios allanaron el camino para nuevos emprendimientos de latinos y otras comunidades étnicas.

    En 1999, León y Flory, trabajando con el Centro de Desarrollo Económico Latino y otras organizaciones comunales, ayudaron a crear el Mercado Central, una cooperativa para abastecer al mercado hispano. Para el año 2000, en la zona había 300 comercios cuyos propietarios eran latinos, desde fábricas de tortillas y almacenes tradicionales hasta oficinas contables y legales.

    Los activistas comunitarios que llevan muchos años en la región, como Flory y O'Connell, consideran que sin este flujo de empresarios inmigrantes que llegó a Lake Street en la última década del milenio, la zona seguiría siendo la parte dura de la ciudad.

    León señala que el nuevo empuje de Lake Street constituye un factor de estímulo para toda la región. "Nos consideramos afortunados por vivir en la zona de las Twin Cities (Ciudades Gemelas)" dice León, "porque a diferencia de otros lugares, aquí se nos valora por nuestro aporte a la sociedad, en lugar de ser considerados como una carga social".


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